Porque el Hijo
del Hombre vino a buscar y salvar a los que se habían perdido. (Lucas 19:10).
El universo celestial, está intensamente interesado en cada alma penitente
que viene a Jesús; y también está interesado en los impenitentes, en los que esperan ver salvos por el arrepentimiento y la reforma.
Los ángeles observan todo acto nuestro. Conocen toda palabra pronunciada. Están ansiosos de ver que apreciamos sobre todas las cosas la instrucción de la Palabra de Dios.
Desean que aprendamos la mansedumbre y la humildad de Cristo -la ciencia más elevada, la ciencia de la alegría y la humildad y el amor por medio de Cristo Jesús.
Los ángeles desean que aprendamos que "el Hijo del Hombre vino a...
salvar lo que se había perdido". Cristo vino no a salvar a los buenos y
justos, sino "lo que se había perdido".
Hermanos y hermanas, cuando vean un alma que se
desliza apartándose de la verdad y poniendo en peligro su esperanza de
salvación eterna, acérquense a ella, y traten de ayudarle de toda manera
posible.
Averigüen sus necesidades; oren con ella; trabajen bondadosa y
pacientemente con ella; nunca pierdan la esperanza de ayudarle.
Los miembros de la iglesia tienen
una obra que hacer en favor de la juventud.
Debieran
saludarlos y manifestar un bondadoso interés en su bienestar. Protejamos a los jóvenes, hasta
donde sea posible, de las tentaciones y engaños del mundo.
Si fuera posible, encontremos trabajo
para ellos, para que sus mentes estén ocupadas en cosas ennoblecedoras. Este es un genuino ministerio,
un ministerio que Dios aprueba y que levanta delante del que ministra así como delante de quien
recibe el ministerio, una bandera contra el enemigo. Satanás no puede vencer con su astucia a quienes, en palabra y hechos, son
ministros de justicia...
A todos se da el privilegio de ayudar a su prójimo, a poner sus pies sobre
la Roca de la eternidad.
Cristo nunca deja de buscarnos cuando nos apartamos del redil. Con pasos incansables nos busca hasta que nos encuentra y nos lleva de regreso al redil.
Una y otra vez hubiéramos perecido si no fuera por su amante cuidado... Poco nos damos cuenta del poder de la fuerza que opera en este mundo. Toda la hueste celestial está procurando salvar lo que se había perdido; los ángeles caídos están trabajando con poder de abajo para contrarrestar los esfuerzos de Cristo y sus colaboradores...
Dios nos ayude a pelear la buena batalla de la fe, y vestirnos con toda la armadura para que, habiendo acabado todo, podamos estar en pie... Vigilemos las almas como los que han de dar cuenta de ellas. Manunscritos 102, de 1904. RJ242/EGW/MHP
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